Paraíso de las especulaciones, zona del imaginario de incontables paseantes y viajeros, China no deja de ser, a pesar de sí misma, uno de los territorios a los que arriban nuestras aspiraciones fantásticas. Traducido al lenguaje occidental por Marco Polo, reinventado cada tanto por los exploradores y explicado a medias por los estudiosos, el país más protagónico de Asia ha dado cuerpo a la parte más extrema de nuestros estereotipos. Occidente se confiesa incapaz de dar cuenta de todos los detalles que componen al imperio de los dragones y el zen; parece imposible mirar hacia China sin el lente de lo incomprensible.
Y sin embargo, no hay nada menos extraño, nada más universal que lo cotidiano. No se necesitan traductores simultáneos cuando se trata de los eventos ordinarios, de una caminata sin pretensiones. En China en pausa/China Paused, Faustinus Deraet retrata las facetas ordinarias de un país aparentemente impenetrable. Su cámara de plástico, a la que se le cuela la luz, parece tener voluntad propia: el fotógrafo ve una cosa y la cámara retratará algo distinto. El resultado de este encuentro de voluntades es una serie de fotografías sobre un país que le hace honor a su misterio.
Enmarcadas por una zona oscura, las fotografías inauguran un tiempo paralelo, un espacio levemente irreal. Las fotografías de Deraet dan espacio a lo intrigante y a lo común, como si el país que retrata descreyera de su fama pero no pudiera evitar mostrarla. En palabras de la curadora Connie Todd, “el ahora ocupa el centro de sus imágenes, pero el ayer elabora el contexto. Así, el presente se revela y el pasado se insinúa.”
