Si el ornamento, al incorporar los contenidos afectivos, es capaz de implicar las voluntades individuales, su abolición propicia una aparente pérdida de efectividad persuasiva. La abolición del ornamento puede cifrarse como la continuación extrema de la tradición cultural-legal del mundo occidental. La purificación derivada de la abolición del ornamento, presupone la eliminación definitiva de lo conflictivo, pero la abolición del ornamento provoca, paradójicamente, su propia ubicuidad. Así es como la supresión del conflicto, simbolizada en la eliminación del ornamento, sólo se produce desde un doble proceso de conversión de la estructura en ornamento y de los temas en formas.