Entre el mirón y el voyerista se encuentra una tela vaporosa que permite mirar con curiosidad, o bien transitar hacia el deleite de actitudes íntimas o eróticas de otras personas. Mientras que el mirón observa con pasmo una escena de la cual no forma parte pero que lo inquieta, el voyeur intenta penetrar en la escena misma bajo los efectos de la lascivia. En ambas situaciones el mecanismo del deseo de mirar potencia las corporalidades en juego. Peep show es un conjunto de ensayos que se apropia de estas dos guras reprobadas moralmente por su deseo de mirar imágenes abyectas emanadas de una violencia sin tregua en este país. Entre la obscenidad y el horror, tales imágenes colapsan la mirada pero a su vez suscitan un imaginario más complejo que permite aproximarnos con cierta lucidez al deterioro que la violencia ha efectuado sobre nuestra mirada.
